Habré hecho y sigo haciendo millares de fotos en mis cerca de 45 años de fotógrafo, imposible cuantificar su número. Llega en esto  el año 1971 si mal no recuerdo: ¡”Oye, que este año sale una cofradía con nazarenos sin capirotes y sin insignias desde La Parroquia de La Concepción…y hacen estación de Penitencia en San Juan de Dios y en la cárcel!”- me susurró un querido cofrade y amigo mío, al oído. Yo  entonces vivía en el centro y para qué les voy a engañar: La Gran Plaza estaba tela de lejos, en realidad estaba lo mismo de lejos que puede estar hoy, pero la Sevilla de los 60-70 se encontraba como más constreñida y el urbanismo no había tenido la transformación que se originó en la década de los 80 y sobre todo los años 90. Los puentes: San Bernardo, Enramadilla y el de la calle Oriente ejercían una especie de frontera para muchos, sobre todo para los que vivíamos y estudiábamos en el centro.

Bueno, pues para la parroquia de La Concepción me encaminé a ver la nueva cofradía de La Sed, es algo que recuerdo perfectamente: nazarenos con túnicas negras sin capirotes y con cíngulos blancos y ninguna insignia y un paso en casi carpintería, en donde se erguía un Cristo con cuatro hachones, que sabíamos que lo había hecho Luis Álvarez Duarte a la sazón casi vecino nuestro del barrio del Museo, de la calle Aguiar. Luis había realizado unos años antes La Virgen de Guadalupe de la Hermandad de las Aguas. Ni que decir tiene que aquello me impresionó, desde entonces nunca he dejado de acompañar a esta querida Hermandad de La Sed, siempre fotografiándola como aún hoy día lo sigo haciendo.

Recuerdo momentos en que tuve que dejar de hacer fotos y ayudar a buscar pegamento cuando se le desprendió el dedo de la mano derecha al Cristo al rozarle con una rama a la altura del asilo de San Benito, o cuando allá por el año 80-81 llevó en su paso de palio a la célebre e irrepetible cuadrilla de Rafael Franco-“Fatigas”-, estábamos ante  el final de la era de los costaleros profesionales y aquellos hombres se sentían trayendo a Nuestra madre de Consolación, como  agraviados por las cuadrillas de los “niños”. Aquello fue tremendo, no he visto nada igual y que me perdonen los hermanos costaleros-quien esto escribe también ha sido hermano costalero- con decirles que fui a la salida de la cofradía y no la abandoné hasta que al llegar a la Campana, me lo impidieron. Se trataba de una demostración de la mítica cuadrilla de los “ratones” en su casi postrer desaparición, ver y fotografiar a Rafael Franco y a su  hermano Manolo dirigiendo con voz baja y de espaldas a Nuestra madre de Consolación fue inenarrable, todo ello adobado con la alegría y la espontaneidad que aquellos hombres derrochaban,  “últimos de Filipinas” del costal profesional. Ni que decir tiene que agoté todas mis existencias de rollos de diapositivas que llevaba para aquella tarde.

También recuerdo haber sido testigo con mi cámara, de la primera venia que la Hermandad hizo en la Campana en el año 1979. Fue éste para mí un momento muy entrañable y tuve la inmensa suerte de ser un privilegiado al poderlo captar no sólo en mi cámara sino también en mis sentimientos de cofrade, pues era consciente del momento tan importante al que estaba asistiendo.

Pero quien esto escribe y fotografía tiene en el Miércoles Santo su corazón “partío” pues a escasos metros de donde resido, se encuentra también una cofradía del mismo día a la que me siento muy unido: San Bernardo, con lo cual la mañana-primeras horas de la tarde-es para mí frenética. Por  ello hago siempre lo mismo: voy a la salida de La Sed, la sigo por las primeras calles de Nervión, salgo a la Gran Plaza, cojo el autobús 23 para pararme en la Fábrica de Artillería, para por calles aledañas llegar, ver y fotografiar la salida de la cofradía de San Bernardo e irme corriendo para no perderme  a la cofradía de la Sed doblar por la esquina de Eduardo Dato hacia Jiménez Aranda, en donde los pasos paran en la puerta de donde vivo, lujo del que presumo entre mis amigos. Y en esa esquina Eduardo Dato-Jiménez Aranda  se produce el anual milagro cuando Nuestra Señora de Consolación mira de reojo a su hijo muerto personificado en El Cristo de La Salud que se encamina hacia el puente para, quizás, no ver muerto a  su hijo e ir en pos del  que acompaña, que va vivo. Instante fugaz, mágico y emotivo en el cual los disparos de mi máquina se trocan en lágrimas en mis ojos que al nublarse por su efecto, me impiden fotografiarlo ,o  cuando el Pasopalio se detiene en La Comunidad de Jiménez Aranda 19 y los vecinos le entregamos el ramo de flores-todos los años se lo recuerdo al presidente de turno para que no se le olvide-y al levantar a Nuestra Señora rompe a tocar la banda de palio la música, que con tanta donosura escribió para La Reina del Museo-Virgen de Las Aguas-el maestro Santiago Ramos, para así hacerse y perpetuarse  una promesa secreta que sólo dos personas conocemos…

Pero antes también hemos visto por nuestra cámara y por nuestro corazón el momento en el que nuestra cofradía se adentra en el mundo de los que les falta la salud, personificado en El Hospital de San Juan de Dios, y es allí cuando se unen en una misma sed nuestro Cristo con el de los enfermos que tienen sed de salud para que a continuación Nuestra Madre de La Consolación los reconforte y consuele a todos aquellos que pasan sufrimiento, y siempre pasa lo mismo ¿acaso se puede fotografiar aquello sin más? Y es que uno en esos momentos se convierte en un nazareno más que acompaña a sus titulares para junto a ellos, ofrecer consuelo y estar junto a esas personas que sufren, padecen y esperan sanar.

La vuelta o recogida, como me gusta decir, son también momentos harto emotivos: por una parte cuando su barrio la espera a la salida de la Catedral para acompañarla hasta su barrio ¡Ya ha vuelto! He oído decir a muchos, pero antes ha visitado a un cansado Señor de la Salud y Buen Viaje como hacían siempre todos los que por la reja pasaban y  salían de Sevilla por  Puerta Carmona y por donde todavía nosotros se lo seguimos diciendo y pidiendo, Salud en esta vida y Buen Viaje para el Cielo, y finalmente nuestra cofradía enfila calle Oriente para encaminarse hacia su Calvario que a modo de pequeña colina, se vislumbra desde lejos, allá en La Gran Plaza! ¡Ya viene aquí! ¡Ya vuelve! Y ¿creen ustedes que todo ello se puede captar tan solo con el objetivo de una cámara de fotos? Esto sólo se puede captar con el corazón del que quiere a su hermandad todo el año y por ello, la vive todos los días y, aunque se oiga a alguno decir que siempre es lo mismo., que siempre son las mismas fotos,¿verdad que no es así?, ¿acaso el Amor siendo una misma unidad no se vive todos los días de manera diferente?

 

                                 ANTONIO PEREZ GONZALEZ

                                Historiador

 

 

 

 

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