Durante la estancia de Santa María de Consolación en el Colegio Juan Nepomuceno Rojas, varios Hermanos se ofrecieron como voluntarios para velar ante Ella hasta el amanecer. Dos noches de oración y de meditación, un Honor y un privilegio que ninguno de ellos podrá olvidar jamás. Aquí recogemos, expresadas en verso y carta, las vivencias de dos de estos Hermanos durante su noche a solas con su Madre:
Toda la noche contigo Madre Mía
creyendo al verte tan de cerca que soñaba
sintiendo que mi aliento perturbaba
la quietud que tu aura desprendía
Despacio murió al fin la madrugada
y lenta cruzó la luna el firmamento
despacio la aurora halló el momento
de anunciar al sol con su alborada
Ya cuando el fresco día había prendido
y el sueño venció a mi cuerpo derrotado
te soñé de nuevo ya dormido
Noté muy cerca tu aliento perfumado
posado sobre mí y detenido
consolando a mi ser atormentado
*-*
Fue una de esas noches, la noche de todas las noches, donde la noche se hace eterna a pesar de que el tiempo se iba consumiendo. No era una noche igual al resto de las noches, era la noche, noche de amor a una madre, noche de silencios, noche de miradas, noche de pensamientos, noche de Consuelo, de Amor Hermoso y junto a Ella, tres de sus hijos en aquella casa de las Hijas de Jesús, nuestra casa por una noche, nuestra casa por siempre, porque algo de lo que somos, allí se quedó.
Estuvimos junto a nuestra Bendita Madre para que nada le faltara y ella nos dio su abrigo y nos colmó de todas las bendiciones posibles. A sus pies estuvimos toda la noche, tan cerquita que el olor de las flores que junto a ella se encontraban, se colaba por nuestras ropas. Pasaba el tiempo implacable, y en los silencios que se hacían presente cuando la madrugada era ya intensa, silencios en los que cada uno de nosotros con tan solo alzar la mirada y la veía a Ella, ya todo se decía.
Y a sus pies también, una cruz y unas flores que no se marchitan. Cruz de Hermano por todos los Hermanos de la Sed, los que se fueron y los que siguen navegando en su barco de nombre Consolación y flores de papel que los más pequeños de la casa le llevaron esa misma mañana. Flores con notas escritas desde y por el corazón, notas que nos hacen mirar de nuevo a esos ojos azules que no dejan de apartar su mirada hacia nosotros y hacernos tantas preguntas cuando nos damos cuenta de la importancia que en esta vida le damos a muchas cosas que no lo tienen y en muchas ocasiones se deja a un lado el amor, la comprensión, la solidaridad, el cariño, en definitiva el verdadero mensaje de su Hijo, aquel que revolucionó al mundo y lo dejó todo por los demás, porque su lucha era la lucha de todos.
María esa noche abrió nuestros corazones y los llenó de ilusión, de una sensación extraña difícil de explicar.
No se si vendrá otra noche como aquella noche, tan solo ella lo sabe, pero solo nosotros tres, podremos contar que aquella noche, estuvimos a la vera de una Reina que todo lo puede, que su palabra es amor, su mirada es dulzura, su cariño es abrigo y su amor eterno. Tan cerca, que no podremos olvidar nunca la mejor noche de todas las noches, la noche de todas las noches.