Hermandad de la Sed

Hoy es Miércoles Santo

….Despierta, asómate a la ventana, aunque aún no ha amanecido azul será la mañana; en los naranjos ya se oyen los pájaros y sus cantos, que no forjaré día tan azul como cada Miércoles Santo.

Azul que será marinero en esta orilla sevillana, como las túnicas nazarenas que junto al arenal se preparan; porque esta tarde no habrá más Buen Fin que esa cobarde Lanzada ¿no veis que la sangre de su costado Salud será en San Bernardo?, y su madre será Refugio que así en ese barrio se llama, pues a los que alguna vez le negamos, Madre de Dios de la Palma bajo su manto nos ampara. Y esta noche en calle Orfila mostrará sus manos blancas que tan suavemente entrega para que sean atadas, y en San Vicente escucharemos las palabras de su alma que caerán sobre Sevilla como una lluvia amarga.

Bendito Miércoles Santo, azul el cielo te aguarda, azul como la mirada de la madre que me acompaña, que cuando estoy a su vera, antifaz negro, capa blanca, veo como la miran esas caras sevillanas, buscando en ella el consuelo de esas penitas que cada uno lleva en el alma.

Pero antes que todo esto ocurra, en el estómago el nudo, que todos los años pasa, que viene a repetirse siempre como el Viernes de Dolores que de nazareno te estrenabas. Túnica recién planchada, por el camino más corto y sin perder un segundo a la parroquia caminas a verlos cara a cara.

Y llegas a Cristo, y miras sus ojos y miras su boca que sed declara, y te fijas un segundo en una mujer, una mujer trabajada, trabajada por la vida -¡Qué dura se te adivina al ver su cara!-, que con lágrimas en los ojos algo le suplica, sus manos entrelazadas, y miras su expresión y callas, ¡Qué manos tan arrugadas!. Dos lágrimas les resbalan acariciando su rostro, el Señor abre sus brazos como queriendo abrazarla, su pecho se ha sosegado, su pecho va entrando en calma, y en la mirada de Cristo se ha quedado lastimada, las razones del dolor que solo ellos dos hablan, la mujer se ha despedido creyendo que molestaba, son tan humildes sus gestos que se te rompe el alma, pero tu sabes que se lleva en sus ojos llorosos el sol de la esperanza.
Algo más tarde, las puertas ya están cerradas; -recuerdas ahora el murmullo de la cofradía que se organizaba- vuelves tu mirada a Cristo y sientes que nos pide que le veamos con los ojos humildes de esa mujer sevillana, que quien mira su rostro, su boca que amor declara, no puede sentir más que amor en el fondo de su entraña ¿Qué odio puede caber bajo cada capa blanca? Pues quien toma el largo camino de seguirlo en cada calle, de seguirlo en cada plaza, camino que será diario, sin descanso, pero sin batalla, tendrá la certeza clara que con su cirio o su costal, insignia o vara de plata, sigue a un Cristo vivo, que debe estar en cada esquina, que debe estar en cada casa, que debe estar en los corazones llenándolos de esperanza. Nosotros embajadores con esta marcha tan larga, por Él y por su enseñanza emprendemos la caminata, y un poco también por Sevilla, que así entendió su palabra, con arte, finura y gracia, y así tendrá que ser, así será la mañana, no quiero ya ni contarte la tarde y la madrugada, que la emoción ya la siento llenándome la garganta, que por Él, y por su Madre y ya sabéis, que también va por Sevilla, y es que es… Semana Santa.

Texto: Juan José García ; Pregón de la Hermandad del año 2005

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