Hermandad de la Sed

D. Manuel Calero

 

 
D. Manuel Calero Gutiérrez Recordamos ahora aquella Exaltación de su figura, con motivo del Centenario de su nacimiento, que nuestro Hermano D. Juan Romero de Los Santos dedicó en su memoria, en el acto que tuvo lugar el pasado sábado 1 de Marzo, en la Sala Joaquín Turina del Centro Cultural Caja Sol (Obra social) 

“Una parroquia sin cofradía es una parroquia anémica”

Esta contundente aseveración fue pronunciada en nuestra Parroquia por el entonces Cardenal Arzobispo de Sevilla, Don José María Bueno Monreal, durante la función a la Virgen, el ocho de septiembre de 1969, una vez leído el Decreto que erigía canónicamente a la Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Sed y Santa María de Consolación Madre de la Iglesia. 

Y, al lado del anciano Cardenal, un recio cura de pueblo, un cura de sotana y manteo, un cura de los de toda la vida, al que se le llamaba padre, al que ningún feligrés le suprimía el don y, menos aún, osaba tutearle, estaba feliz y con la satisfacción del deber cumplido: Ya tenía su querida parroquia una hermandad de penitencia, una cofradía. 

Al menos eso era lo que el creía… eso era lo que creíamos todos los que, ese día del verano de 1969, contemplábamos a nuestra Virgen de Consolación, soñando con verla bajo palio e imaginando como sería nuestro Cristo todavía inexistente. Pero lo que entonces nadie podía imaginar es que esas palabras “cofradía de nazarenos”, que literalmente recogía el Decreto del Arzobispado, desencadenasen la tormenta. 

Un 26 de octubre de 1907 nace en Bollullos de la Mitación un niño, al que le imponen el nombre de Manuel al recibir las aguas del bautismo. 

Hace un siglo, Bollullos era apenas un puñado de casas y los olivares llegaban prácticamente hasta las paredes encaladas del caserío de la pequeña villa del Aljarafe. 

Por entonces, Sevilla solo cuenta con ciento cincuenta mil habitantes, mas de la mitad analfabetos y con una esperanza de vida que no llegaba a los cuarenta años. Posee cincuenta automóviles, un Sevilla Fútbol Club con dos añitos de vida y una Sociedad Balompédica –después llamada Betis- recién nacida. Ni Joselito ni Belmonte se han vestido aún de luces. Los Hermanos Álvarez Quintero triunfan en los escenarios. Ha muerto con fama de santo, el Cardenal Spínola y veinticinco cofradías hacen estación de penitencia a la Catedral. 

Nervión no es tal. Lo que años después sería su solar, era el Cortijo Maestreescuela, con huertas y grandes extensiones de cereales de secano. 

El joven Manuel Calero, de vocación temprana, cursa sus estudios en el Seminario de San Telmo. Es ordenado sacerdote y canta su primera Misa. Es simpático y le gusta la compañía de sus feligreses, con quienes no rehúsa tomarse, de cuando en cuando, un vasito de vino. 

Al fallecer en 1963 Don Cristóbal Garrido, Don Manuel Calero Gutiérrez, Párroco de Cazalla de la Sierra, opta por oposición a la Parroquia de Nervión y se convierte en Cura Propio de la Concepción. Se instala junto con su hermana Fidela, en la Casa Rectoral, sí precisamente en esas habitaciones posteriormente ocupadas por la Hermandad y que hemos visto en pié hasta hace solo unos meses. 

Pero Don Manuel no se olvida de su querido pueblo natal, donde mantiene casa abierta, para acudir a el cuando sus obligaciones pastorales se lo permiten y cuando la enfermedad comienza a devorarlo. Y Fidela, siempre amable y cariñosa, atiende con un cafelito y lo que se encarte, a las visitas que acuden a Bollullos y que, con tanto agrado, gusta recibir su hermano. 

Las reformas conciliares llegan a la Diócesis. Nuestro Párroco celebra Misa cara al pueblo, en lengua vernácula y sobre un altar portátil colocado en el presbiterio. Lo del velo lo lleva mucho peor… no le gusta que las mujeres entren en el templo sin el; pero eso sí, jamás le niega la comunión a ninguna feligresa que se acercase a comulgar sin esa prenda, aunque, tras decir en español: El Cuerpo de Cristo, añade rotundamente: La cabeza cubierta. 

Ocho de Septiembre de 1969. Nervión, por Decreto del Cardenal, tiene Cofradía de Nazarenos y estalla la tormenta… Tan solo han transcurrido trece años desde que, en el Tiro de Línea, se fundara la Cofradía de Santa Genoveva. Escasamente llevan diez años procesionando la Redención y los Javieres, esta última con un solo paso. Ese mismo año lo hacía por primera vez la Virgen de Guadalupe y solo lleva cuatro años bajo palio la Titular de Santa Cruz. Aún no han realizado estación de penitencia las reorganizadas cofradías de los Servitas y Jesús Despojado.

 ¡Cofradía de Penitencia en Nervión! 

Hubo cofrades que se rasgaron indignados las vestiduras ante el, para ellos, tremendo disparate que suponía una nueva corporación de penitencia. Pero erraban… ¡Claro que erraban! 

Erraban por creer que la Semana Santa era un todo inmutable, intocable y cerrado. Erraban por considerar a la Semana Santa como un cuerpo embalsamado; en lugar del ser vivo que realmente es: Que palpita, se nutre y, lógicamente, crece. Erraban por autoproclamarse adalides de la verdad y depositarios exclusivos de la tradición. Y no se reprimían en afirmar algo tan absurdo y ridículo como que: “la Semana Santa de Sevilla está completa, no le falta ni un clavel”. 

Y no fueron pocos, fueron muchos… demasiados los que se empeñaban en ponerle puertas al campo. Peligraba la recién nacida cofradía y, a finales de 1969, Don Manuel Calero y los fundadores lo sabían y actuaron en consecuencia. 

Un puñado de jóvenes poco podía hacer, pero Don Manuel estaba muy bien relacionado. Contaba con el aprecio y la amistad de los párrocos de San Benito, San Bernardo y Santa Genoveva; al igual que con el de Don Rafael Bellido y Don Federico Pérez Estudillo. Estos y otros curas cofrades, le apoyaron muchísimo. 

Tenía otra ayuda inestimable que le abrió de par en par, unas puertas importantísimas: Las del Palacio Arzobispal; pues su amigo Don Alfredo Gallero era el Familiar del Señor Cardenal y, afortunadamente, Don José María Bueno Monreal era quien diría la última palabra. 

Dos de Abril de 1971, Viernes de Dolores. Hay rumores de todas clases, incluso amenazas serias. Don Manuel Calero se ausenta de la Parroquia y deja cerrado su despacho con el teléfono en su interior. Don Francisco Pérez Camargo, hace lo mismo. La Iglesia es, desde ese momento, de la Hermandad y sus hermanos tienen las llaves. Sí llegase alguna orden, ni el párroco ni el coadjutor estarían presentes para acatarla. 

Bajo una tromba de agua, entre cuatro hachones, sobre un monte de claveles rojos, en un paso completamente liso de color caoba, un Cristo vivo, de cuatro clavos, extiende sus brazos para, abrazando a todo Nervión y a toda Sevilla, decirnos: Tengo Sed. 

Ya se había consumado el milagro… Sevilla tenía una nueva Hermandad de Penitencia. La Hermandad de la Sed era ya patrimonio de Sevilla. No importaba nada que hubiésemos tenido que renunciar a ser cofradía de nazarenos. Igual daba no llevar capirote bajo el antifaz, carecer de capa y de cola y ceñirnos la cintura con una soga. 

Don Manuel Calero, con su manteo que apenas le resguardaba de la lluvia, se incorpora al cortejo y con un cirio rojo encendido en su mano derecha, preside el Paso del Santísimo Cristo de la Sed que recorre, por primera vez, las calles de Nervión.  

Las páginas de El Correo de Andalucía, dirigido entonces por Don José María Javierre, la férrea decisión del Cardenal y la buena voluntad de muchos cofrades sevillanos, que también los hubo, se encargarían del resto. Pero, eso ya es otra historia.

Don Manuel Calero Gutiérrez apenas si alcanzó a disfrutar de su Virgen bajo Palio. El diez de Noviembre de 1972, a los ocho meses de la primera salida procesional de Santa María de Consolación, fallece en su pueblo natal. 

Cuando, a las doce de la mañana del Miércoles Santo, se abran las puertas de la Parroquia de la Concepción y la Cruz de Guía se encuadre bajo el dintel para iniciar su andadura hacia el corazón de la Ciudad, muchos hermanos allá arriba, se darán empujoncitos para colocarse en primera fila y contemplar con todo detalle, la salida de su Cofradía.

Seguro que Don Joaquín de la Prida se fijará en el cajillo que sube y baja la cruz del Cristo, Estrella, Eugenia y Teresa, comentaran entre ellas lo guapa que va la Virgen. Federico a lo suyo, pensando preocupado si se romperá este año el perno que abisagra el llamador. Juan Muñoz y Jesús Puerto, nerviosos, sincronizaran sus relojes con el del Diputado Mayor de Gobierno.  Manolo Almansa y Pepe Caba Lora se fijarán en lo bien que está fundida la cera y en lo limpia que luce la plata. Ángel Choya se pondrá las manos en la cabeza, al enterarse de lo que cuesta hoy poner la Cofradía en la calle. Paco Pérez Camargo y el Padre Lozano, añoraran al preste con capa pluvial, ya inexistente en nuestro cortejo. 

Pero… seguro seguro que el viejo cura de Bollullos de la Mitación, parafraseando a su querido Cardenal, le dirá a Pepe Cabrera y a Fernando Isorna: ¡Es mía…! ¡Es mía…! 

Sí Don Manuel es suya. Suya porque sin su fe y sin su vocación; sin su valentía, su audacia y su tesón, la Hermandad de Nervión no hubiese sido posible. 

Gracias Don Manuel por haber sido fundamental para que se abriesen las puertas; cerradas un día por un absurdo y poco fraternal exclusivismo de unos pocos intransigentes que se creían con el monopolio de ser cofrades; puertas que, afortunadamente continúan abiertas y permiten que la Semana Santa de Sevilla siga creciendo. 

Gracias Don Manuel, muchas gracias porque hoy todos nosotros podemos sentirnos y podemos llamarnos hermanos. Hermanos en un Cristo sediento y en unos consoladores ojos azules. Hermanos de nuestra Cofradía de Nervión, de nuestra Hermandad de la Sed. 

Gracias, muchas gracias Don Manuel.  

Por tu Hermandad J.R.S.  

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